El verano ya queda lejos y las heladerías tienen que ampliar su repertorio para seguir atrayendo a clientes en los meses más fríos y mantener sus negocios abiertos todo el año.

Es el caso por ejemplo de Une Glace à Paris de Emmanuel Ryon, uno de los maestros heladeros más respetados y refinados del mundo, que se proclamó Campeón de Pastelería en Lyon en 1999 y Mejor Artesano Heladero de Francia en 2000. Su versatilidad en otras disciplinas, como la pastelería y los postres en plato es lo que le permite ofrecer productos pensados para consumir todo el año.

Este invierno, Ryon apuesta por la pasta de té, el producto crujiente por excelencia, con una larga conservación que ha experimentado una gran evolución en los últimos años, tal como constatamos cada edición en nuestro Premio Dulcypas Mejor Pasta de Té Artesana de España.

Una nueva línea de pastas de té que se suma a su repertorio de creaciones. Fiel a su filosofía de trabajar las texturas y la elegancia de lo simple, el maître glacier firma tres variedades que resumen su visión de la gourmandise cotidiana: delicadeza, precisión técnica y sabor auténtico. Tres clásicos de la galletería francesa reinterpretados:

  • Sablés bretons au beurre demi-sel: una versión profundamente bretona del clásico sablé, elaborada con mantequilla semisalada de gran calidad. Su textura es crujiente y friable, y su sabor destaca por la intensidad láctea y ligeramente salina de la mantequilla semisalada, en un equilibrio perfecto entre rusticidad y refinamiento.
  • Sablés viennois à la vanille: más ligeros y aéreos, estos sablés juegan con la vainilla natural y una estructura sutilmente crujiente, que se deshace con suavidad en la boca. Representa la faceta más elegante y técnica de este surtido, donde la textura se convierte en lenguaje.
  • Langues de chat artisanales à la vanille (lenguas de gato artesanales de vainilla): de forma fina y alargada, las tradicionales langues de chat se presentan aquí como un galleta fina, crujiente y delicada, perfumada con vainilla. Pensadas para acompañar el café o el té, evocan el espíritu de la merienda francesa más refinada, y son un ejemplo de cómo la sencillez puede ser algo muy especial cuando se elabora con precisión.