La propuesta de Enric jugó con los tradicionales símbolos de esta festividad: la rosa, la bandera catalana e incluso una muy cuidada figura chocolatera del santo, tallada a mano y cubierta en polvo de bronce. A modo de libro, el pastel constó de planchas de almendra y toques de pimienta roja, y de un cremoso de frambuesa. Para terminar, una crema de mantequilla y vainilla bañada en kirsch.

La entrega del pastel conmemorativo de Sant Jordi se consolidó durante la larga etapa que el presidente Jordi Pujol pasó al frente de la Generalitat, coincidiendo además con su santo. En cualquier caso, la tradición de consumir el pastel de Sant Jordi se remonta a comienzos del siglo pasado, cuando la pastelería Casa Riera creó un pastel en conmemoración a Sant Jordi que tuvo tal aceptación que al año siguiente se extendió al resto de pastelerías de Barcelona.