“Es más necesario que nunca construir una identidad propia que nos diferencie de los demás. y llegar al cliente con un discurso que se base en algo más que un producto frío, dulce y cremoso”.

Por mucho que las heladerías no tengan que hacer casi nada para ganarse infinitas colas de clientes en peregrinación, por mucho que el helado sea un remedio infalible contra el calor, por mucho que una vitrina sea un reclamo casi inevitable, la promesa de un momento de felicidad por el precio de una tarrina o un cucurucho, hoy no es suficiente. Y cada vez lo será menos. No basta con parecer una tienda de golosinas con marketing de cartón piedra porque la competencia aumenta, el número de heladerías crece (en algunas zonas muy concretas) y el consumidor cada vez es más exigente.

En este contexto es más necesario que nunca construir una identidad propia que nos diferencie de los demás y llegar al cliente con un discurso que se base en algo más que un producto frío, dulce y cremoso. Estamos ante las puertas de una nueva manera de comunicarnos con los demás en la que cada vez será más importante vender algo más que simplemente helado. Los cocineros llevan mucho tiempo demostrando que cuando vistes un plato bien trabajado de una buena historia se produce un salto cualitativo en la percepción y degustación de esa creación. ¿A quién no le gusta que le cuenten una buena historia, más si va asociada a un producto de calidad? Las historias influyen en la parte psicológica, emocional y fisiológica de la experiencia de degustación, y es una de las formas en las que podemos permanecer en el recuerdo de los clientes.

En Arte Heladero 220 entrevistamos a un especialista en storytelling, Víctor Gay, que se gana la vida asesorando a empresas para que generen narrativas con gancho e interés, de ellas mismas y de sus productos. También veremos 11 heladerías de España y otros países como Chile, Malasia, Italia y Colombia, que son ejemplos más que ilustrativos de helados que van de la mano de los relatos más variados. Helados que evocan una tristeza llena de esperanza; inspirados en la cultura popular japonesa; en productos como la trufa negra, estrechamente conectados con la historia de la economía familiar; propuestas que nacen de la colaboración con pequeños productores que ofrecen ingredientes únicos; o de la historia romana local… Y solo citamos a unos pocos de una larga lista de casos para todos los gustos, todos inspiradores de una manera de elaborar y presentar el helado distinta. Porque no olvidemos que siempre se vende más y mejor con una buena historia detrás. Y los motivos son infinitos, como la vida misma.